Rowena A. Ravenclaw {Casting}

El tiempo no acompañaba demasiado, llevaba ya tres días lloviendo en Londres y los alumnos no podían salir apenas del castillo. Mi humor tampoco acompañaba demasiados estos días pues en mi cabeza solo tenía una cosa o más bien una persona. Estaba de pie en mi habitación de Hogwarts, justo al lado de la ventana viendo como aquella agua caía ladeada, llevada por el fuerte viendo que la acompañaba. Suspire pegando mi frente con el frio cristal de la ventana y cerrando mis ojos por un momento, las cosas eran más difíciles de lo que yo pensaba. Me acordaba de mi pequeña y nada más verla su rostro me recordaba a Salazar, cada uno de los gestos que la pequeña tenia me recordaban mucho a él y es que ciertamente sabía que en el fondo era su hija, pero… ¿Cómo le decía yo eso a él? ¿Cómo reaccionaría si él se entera de que mi pequeña princesa es en verdad hija de Salazar?. Mil preguntas como esas pasaban por mi mente y en el fondo se quería saber las respuestas y quería de una vez por todas armarme de valor y decirle las cosas como eran a Salazar, pero un lado de mí, ese lado algo cobarde, me hacía quedarme parada y dejar las cosas como estaban. Mire hacia la mesa que tenía en mi habitación, viendo un pergamino enrollado encima de ella y este era una carta de Salazar, una que no había querido leer porque siempre estábamos discutiendo sobre la sangre de los magos, sobre la pureza de estas y sobre los valores en los que su casa se basaban que claramente a mí no me gustaban, así que, siempre que hablábamos de aquellos temas acabábamos yéndonos cada uno hacia su habitación enfadados.

No quería más discusiones con él, pero a veces con su carácter se me hacía difícil aquello. Suspire de nuevo caminando hacia mi mesa y cogiendo mi libro de Runas Antiguas, poniéndolo en uno de mis brazos para coger mi pluma y tintero con la otra mano. En ese instante mire el reloj y ya era la hora de dar mi clase a los chicos de segundo curso y respire hondo porque esto no podía afectarme tanto y tenía que aprender de alguna manera a que no lo hiciera. Yo era una mujer fuerte y tenía que tirar hacia delante sin que nada me achantara así que cuando tenía todo preparado cogí mis cosas y salí de mi habitación. Mi casa se regía por la inteligencia y la sabiduría de mis alumnos pero a veces incluso el amor tapaba aquellas cosas y no te dejaba que la mente pensara en otra cosa, pero debía de dar ejemplo a mis alumnos y mostrarme como siempre era. Baje por las escaleras hasta llegar al aula donde ya esperaban algunos alumnos, les sonreí dándole los buenos días a todos y dejando mis libros sobre la mesa, era la hora de enseñar bien a mis alumnos, de que estos aprendiesen ya que en un futuro todas estas pequeñas cosas les iban a servir de mucho, como muchas veces había dicho "una inteligencia sin límites es el mayor tesoro de los hombres’’.. Respire hondo apartando todo los problemas de mi mente o al menos dejándolos a un lado y mire a los alumnos que entraban.-Buenos días chicos, espero que os hayáis despertado esta mañana con ánimo para la clase ya que en ella aprenderéis muchas cosas nuevas.-Les dije sonriéndoles cariñosa mientras que los más dormilones llegaban algo más tarde y acaricie la cabeza de él último que entraba cerrando la puerta tras su paso. Me dirigí después con paso firme pero lento hacia mi mesa, apoyándome ligeramente en ella y mirando a los alumnos.-Las runas… muchos dicen que son simples piedras, pero…¿Alguien puede decirme que son en realidad?.-Les dije con media sonrisa y ojos entrecerrados, viendo a ver quién era el primero en decir la respuesta correcta.